Época: cultura XVIII
Inicio: Año 1660
Fin: Año 1789

Antecedente:
Religión y religiosidad

(C) Antonio Blanco Freijeiro



Comentario

Como dijimos más arriba, la respuesta cristiana a las críticas de los filósofos prefiere seguir, otras veces, vías distintas. Para quienes las eligen, el método analítico y racional no agota en sí mismo todas las posibilidades de saber ni representa la única opción válida para el progreso del hombre. Éste no es sólo fría y objetiva razón; junto a ella, y no con menos importancia, se encuentran también la imaginación, el sentimiento, mejores sendas para llegar al conocimiento de Dios. Partiendo de esta premisa, se exalta frente a la actitud empírica, la necesidad de una intensa vida interior, de la oración, de la meditación sobre los textos sagrados y de la conformidad de nuestras actuaciones con el Evangelio como los medios adecuados para llegar a encontrar las verdades que otros buscan, inútilmente, en el mundo exterior.
Esta actitud la vamos a encontrar sobre todo en el seno del protestantismo, donde contaba con profundas raíces, y se extiende por Europa bajo distintas denominaciones, de las cuales veremos, a continuación, las más significativas.

Conocido como la religión del corazón, puede decirse que el pietismo fue más una actitud ante la vivencia religiosa que un credo propiamente dicho. Creado por Felipe Jacobo Spener (1635-1705), pastor protestante de Frankfurt, su objetivo inicial era la lucha contra los vicios del clero y la excesiva rigidez en que había caído la Iglesia establecida. De ahí que retome la primitiva idea luterana de la democracia eclesiástica y vuelva a propugnar el sacerdocio universal así como la lectura regular de la Biblia. Ello, a su vez, concuerda con la mayor importancia que otorga a la conversión individual y a la oración realizada en soledad por el creyente. Este protagonismo dado a la acción personalizada de cada fiel en su salvación y dentro de la Iglesia, no impide a Spener poner, paralelamente, especial énfasis en ensalzar la predicación y la educación en tanto que medios excepcionales para propagar y mantener la fe. A fin de favorecer esta última, propugna la reforma de la enseñanza de la teología e inicia, en 1670, la fundación de los llamados Colegios de Piedad, lugares donde se podrá rezar y estudiar los textos bíblicos en grupos reducidos. Cinco años más tarde, el pensamiento pietista queda recogido en la obra de su creador Pia desideria...

La difusión de las ideas de este pastor alemán no va a tardar en producirse gracias no sólo a las fuerzas que dedicó a ello sino también a la protección recibida de algunos gobernantes del Imperio. Primero fue el elector de Sajonia quien, tras la llegada de Spener a Dresde en 1686, le nombra su confesor y miembro del Consistorio superior. Más tarde, cuando se traslada a Berlín, el de Brandeburgo, donde el pietismo cuenta, desde 1694, con un excepcional punto de apoyo que ningún otro movimiento de estas características tendrá: una facultad de teología dentro de la prestigiosa universidad de La Halle. Puesta bajo la dirección de Francke, discípulo directo de su fundador, se va a convertir en el centro pietista por excelencia y contribuirá de forma decisiva a caracterizar el núcleo universitario en que se inserta. La evolución descrita produjo, era de prever, un conflicto abierto con el luteranismo oficial.

La extensión del pietismo no quedó limitada por las fronteras de los territorios alemanes. Pronto alcanzó áreas de influencia próximas, sobre todo Suecia y Dinamarca, e incidió en otros brotes religiosos como los hermanos moravos y el metodismo. Pero su importancia va incluso más allá, pues por su individualismo incide en la orientación del pensamiento alemán y sus postulados los encontraremos en el pensamiento protestante del siglo XIX.

El grupo religioso de "los hermanos moravos" tuvo su centro, al igual que el anterior, en tierras alemanas. Su fundador fue el conde Ludwig von Zinzendorf (1700-1760), ahijado de Spener, y, por consiguiente, conocedor directo de las ideas pietistas. Hombre de su época, dedicó parte de su vida a los viajes, recorriendo los Países Bajos, Suiza y, cómo no, Francia, donde entró en contacto con los círculos jansenistas en 1722. Ese mismo año, el conde acogió dentro de su Estado en Sajonia a un grupo de bohemios perseguidos a los que intentó ganar para el pietismo. Sus esfuerzos encontraron tal resistencia que se vio obligado a cambiar de planes y reorganizarlos según el modelo de la Iglesia primitiva. Surgió, así, una pujante comunidad de hermanos moravos cuyo centro espiritual fue el convento fundado en Herrnhut. Sus miembros estaban sometidos a una estrecha disciplina y vigilancia, lo que algunos autores ven como un medio de tratar de encubrir el comportamiento autocrático y engañoso de Zinzendorf Idéntica misión tendría, inicialmente, la reserva que caracterizaba la vida de estos grupos y que va a ser la causa principal de su expulsión de Sajonia en 1736.

Desde el comienzo, los hermanos moravos dieron signos de gran vitalidad. En 1727 habían organizado su propia liturgia y su separación de la Iglesia protestante, sin estar entre los objetivos iniciales, no tardó en llegar. Como tampoco lo hizo el nombramiento de su primer obispo, cargo que recayó, era obvio, en Zinzendorf (1737). Su autoridad superaba, por entonces, las fronteras germanas, al existir comunidades en otras partes de Europa y en América. Convertidos en los mayores misioneros de su época, influyeron de forma decisiva en el metodismo y cuando acaba la centuria ilustrada podemos encontrarlos en todos los continentes, incluyendo zonas tan extremas como la península del Labrador y Groenlandia.

El Metodismo va a significar la mayor reforma ocurrida dentro de la Iglesia anglicana desde su fundación. Su principal artífice es John Wesley (1703-1791), hijo de un rector anglicano, y él mismo sacerdote. Sus primeras actuaciones se producen junto a su hermano Charles y su amigo George Whitefield con quienes funda en Oxford, donde estudian, el Holy Club. Su objetivo era potenciar las obras religiosas en el seno de la alta Iglesia al tiempo que difundían el comportamiento religioso entre el mundano ambiente universitario. Fue entonces cuando se les dio, de forma irónica, el apelativo de metodistas, por ciertas formas de su espiritualidad.

La obra personal de John Wesley se inicia años después, tras su regreso de Georgia, a donde marchó al morir su padre (1735), y sus contactos con los hermanos moravos. De ellos tomó su fervor y el impulso misionero que siempre le caracterizó y que faltaba en la Iglesia inglesa, incapacitada por su piedad fría y racional para llegar a las clases populares, en especial a las incipientes concentraciones de obreros industriales. A estos grupos va a dirigir principalmente su mirada; para ellos elaborará una teología ecléctica adecuada a su objetivo: calmar la ansiedad que detecta en gran parte del pueblo y que él mismo había compartido hasta entonces. Como fecha de inicio de su actividad evangelizadora se suele dar la de su sermón en Oxford en 1738, donde proclama que la fe salvadora no es sólo racional sino asimismo una actitud del corazón. Ese año visita Herrnhut y entra a formar parte de la primera comunidad Metodista-moravo-anglicana: Sin embargo, esta unión no dura mucho. Para 1742 el metodismo se separa por disidencias en ciertos puntos doctrinales y por lo que podríamos llamar incompatibilidad de caracteres entre Wesley y Zinzendorf

La trayectoria que desde este momento signe el movimiento reformador inglés es muy similar, en lineas generales, a la que hemos visto en los alemanes. Su fundador mantiene casi intacta la teología de la Iglesia establecida -en este caso, la anglicana-, pero se aleja de ella en la práctica de la fe y la organización de los fieles, temas en los que resurgen ideas del primitivo luteranismo. Wesley y los metodistas ponen el acento en la perfección de la vida cristiana, la evangelización popular, el poder de la gracia y el sacerdocio universal, reivindicado en razón de la importancia dada al sentimiento personal de lo religioso. En este terreno se va a ir más 'allá de lo conocido, desdeñándose las órdenes eclesiásticas y capacitándose a los seglares para predicar e impartir los sacramentos. Los primeros son ordenados en 1763 por un obispo griego. También sus comunidades, aun recomendando la obediencia parroquial, se organizan de forma diferente a la establecida. Las primeras reglas datan de 1743 y se irán completando progresivamente. Poco a poco, más que un grupo dentro del anglicanismo es otra ecclesia, con ritos, incluso himnos propios y, además, con creciente eco social debido a la naturaleza revitalista de su doctrina, la energía puesta en las predicaciones, la actitud tolerante y flexible de su fundador en el momento de admitir seguidores. Al final, la escisión está servida; para cuando muera Wesley, en 1791, es un hecho irreversible.

El metodismo tuvo desde sus inicios varias ramas, una de ellas en América, cuya identidad básica no impide la existencia de rasgos diferenciadores. Asimismo ejerció influencia decisiva en el resurgir de las Iglesias evangélicas en Inglaterra, si bien éstas mantuvieron la obediencia a las jerarquías eclesiásticas y se dirigieron, ante todo, a las clases medias de las que extraen sus seguidores y sus principales figuras. Entre ellas destaca, en la época que nos ocupa, el comerciante John Thornton.

El Quietismo es el único movimiento basado en la fuerza del sentimiento religioso que se produce en el seno del catolicismo. Su cuna, Francia; su enunciadora, madame Guyon du Chesnoy (1648-1717); su difusor, Fenelon (1651-1715). Su contenido queda expresado en el Medio breve y fácil para la oración..., obra publicada por aquélla en 1685. Desde sus páginas se nos dice que el cristiano no debe afanarse en nada ni preocuparse por nada, antes bien, abandonarse en Dios, entregarle el presente. Tampoco debe pedirle nada, sino esperarlo todo de Él; el futuro ha de confiarse a su divina Providencia. Sólo éste es el camino de la perfección. Y en este camino, la oración, que debe realizarse con un amor puro alejada de ritualismos, juega un papel primordial pues nos conduce a alcanzar los más altos grados del espíritu. Teniendo en cuenta las ideas precedentes, no debe extrañarnos el rechazo de los quietistas a la Iglesia establecida, a sus ministros y hasta a la sociedad, de los que se apartan para vivir en pequeñas comunidades en donde ponen en práctica sus abandonos celestiales. A través de ellas pretenden escapar de las corrupciones que acarrea el progreso, de las perversiones de la moderna ciencia, en una palabra, de un mundo en el que dicen reina el Anticristo y está necesitado de una nueva redención por haberse terminado los beneficios de la primera. Esperarla sin más, en la seguridad de que ha de venir, es lo que ellos hacen en medio de exaltaciones místicas, éxtasis y suplicios que a veces les ocasionan la muerte.

Aunque el quietismo consigue una cierta difusión por Europa, no llega a tener ni la importancia ni la trascendencia de los anteriores. Sus postulados prácticamente les situaban fuera del mundo en que vivían y nunca llegaron a provocar escisiones en el seno de las Iglesias establecidas donde surgieron.